Esa noche mi cuñado me había pasado a
buscar para llevarme a la casa de mi pololo y celebrar su cumpleaños. Cuando estacionó
fuera de un local de comida china, le dije que me quedaba en el auto, que aun
no terminaba de estudiar. Mentí. Él entró al restaurant a comprar y yo me quedé
sola, mirando cómo pasaban las personas ese sábado por la noche. Apoyé mi
cabeza en la ventana y vi a mi lado un vehículo negro con dos mujeres mayores
que reían dentro. Cerré los ojos hasta que un niño golpeó la puerta despertándome.
Solo pasaba jugando. Me incorporé y miré el interior del auto con mayor
detención. Un grupo de hombres pasó caminando lento junto a mí, se dirigían
hacia donde estaban las señoras. Las van a asaltar, pensé. Intenté salir, pero un
hombre se puso al otro lado de la ventana, tan apegado que no fui capaz de
verle el rostro, pero si vi que tenía los pantalones abajo y meneaba su pelvis
contra la puerta. Puse el seguro en todas las puertas rápidamente, aunque él no
hizo el mayor intento de abrirlas, solo seguía frotando su pene contra el auto
y apoyaba su mano sudada en el vidrio. Vi nuevamente el vehículo con las dos
mujeres. Ese grupo de hombres hacían lo mismo; pantalones abajo, movimiento de
pelvis, pene erecto. Pasado un rato, los hombres eyaculaban, pero no cesaban de
moverse. En mi auto ya había más de seis hombres. Dentro de unos minutos me fue
imposible seguir observando lo que sucedía a mi alrededor. A medida que
aumentaba la cantidad de cuerpos acorralándome, el automóvil se movía con mayor
fuerza. En cualquier momento los vidrios cederán, pensé. Busqué algo con que
golpear, pero no encontré nada, salvo unos lápices con mucha punta. Era mi
única arma contra ese apocalipsis zombie masculino.
jueves, 3 de mayo de 2018
martes, 24 de abril de 2018
Pepithax guion bajo equis
Mi tía me decía cuando
chica; oye negra. Y se reía. Me llamada negra curiche en tono burlón. Ella era
igual de negra que yo, incluso más. ¿Se reía acaso de ella misma? A veces me
llamada la palillo, la fideo a medio coser. Me contaban que ella cuando chica también
era así. ¿Se burlaba de ella entonces? ¿Veía sus frustraciones en mí? ¿Me
martirizaba para dañarse a sí misma?
domingo, 22 de abril de 2018
amor en tiempos de reggaetón.
Con
la Carmen bailábamos reggaetón a escondidas de nuestros papás porque nos daba
vergüenza, teníamos cancioneros hechos a mano con canciones románticas de R.K.M & Ken-Y, mirábamos sus videos en el computador mientras
inventábamos coreografías. El sueño de la Carmen siempre fue ser modelo de
algún video de Daddy Yanke y yo soñaba
con ser cantante de reggaetón para que fuera la musa de todos mis videos e
intentar hacer su sueño realidad.
Cada
vez que la Carmen gritaba que me amaba, a mí se me clavaba una espinita en el corazón,
al igual que ese Jesús en miniatura que colgaba en lo alto de nuestra sala de clases. Sus te
amo se oían como las mentiras piadosas que se le dicen a los niños pequeños,
porque en el fondo la Carmen solo me veía con ojos de mejor amiga, mientras que
yo siempre miraba su pelito moreno como torta enamorada.
Huir por diez días
Matar a dios, al que siempre
veneraste, es lo mismo que matar al padre, al que siempre respetaste. Huir de
casa por diez días. No volver jamás. Compartir cama con tu hermana, con tu
madre. Dormir en cama de una plaza las
tres. Acurrucarse, acomodarse, moverse, empujarse, caerse, volver a acomodarse,
dormirse, pero nunca acostumbrarse a dormir en una cama las tres.
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