jueves, 3 de mayo de 2018

Zombieman



 Esa noche mi cuñado me había pasado a buscar para llevarme a la casa de mi pololo y celebrar su cumpleaños. Cuando estacionó fuera de un local de comida china, le dije que me quedaba en el auto, que aun no terminaba de estudiar. Mentí. Él entró al restaurant a comprar y yo me quedé sola, mirando cómo pasaban las personas ese sábado por la noche. Apoyé mi cabeza en la ventana y vi a mi lado un vehículo negro con dos mujeres mayores que reían dentro. Cerré los ojos hasta que un niño golpeó la puerta despertándome. Solo pasaba jugando. Me incorporé y miré el interior del auto con mayor detención. Un grupo de hombres pasó caminando lento junto a mí, se dirigían hacia donde estaban las señoras. Las van a asaltar, pensé. Intenté salir, pero un hombre se puso al otro lado de la ventana, tan apegado que no fui capaz de verle el rostro, pero si vi que tenía los pantalones abajo y meneaba su pelvis contra la puerta. Puse el seguro en todas las puertas rápidamente, aunque él no hizo el mayor intento de abrirlas, solo seguía frotando su pene contra el auto y apoyaba su mano sudada en el vidrio. Vi nuevamente el vehículo con las dos mujeres. Ese grupo de hombres hacían lo mismo; pantalones abajo, movimiento de pelvis, pene erecto. Pasado un rato, los hombres eyaculaban, pero no cesaban de moverse. En mi auto ya había más de seis hombres. Dentro de unos minutos me fue imposible seguir observando lo que sucedía a mi alrededor. A medida que aumentaba la cantidad de cuerpos acorralándome, el automóvil se movía con mayor fuerza. En cualquier momento los vidrios cederán, pensé. Busqué algo con que golpear, pero no encontré nada, salvo unos lápices con mucha punta. Era mi única arma contra ese apocalipsis zombie masculino.

martes, 24 de abril de 2018

Pepithax guion bajo equis



Mi tía me decía cuando chica; oye negra. Y se reía. Me llamada negra curiche en tono burlón. Ella era igual de negra que yo, incluso más. ¿Se reía acaso de ella misma? A veces me llamada la palillo, la fideo a medio coser. Me contaban que ella cuando chica también era así. ¿Se burlaba de ella entonces? ¿Veía sus frustraciones en mí? ¿Me martirizaba para dañarse a sí misma?

domingo, 22 de abril de 2018

amor en tiempos de reggaetón.



Con la Carmen bailábamos reggaetón a escondidas de nuestros papás porque nos daba vergüenza, teníamos cancioneros hechos a mano con canciones románticas de R.K.M & Ken-Y, mirábamos  sus videos en el computador mientras inventábamos coreografías. El sueño de la Carmen siempre fue ser modelo de algún video de  Daddy Yanke y yo soñaba con ser cantante de reggaetón para que fuera la musa de todos mis videos e intentar hacer su sueño realidad.

Cada vez que la Carmen gritaba que me amaba, a mí se me clavaba una espinita en el corazón, al igual que ese Jesús en miniatura que colgaba  en lo alto de nuestra sala de clases. Sus te amo se oían como las mentiras piadosas que se le dicen a los niños pequeños, porque en el fondo la Carmen solo me veía con ojos de mejor amiga, mientras que yo siempre miraba su pelito moreno como torta enamorada.

Huir por diez días



Matar a dios, al que siempre veneraste, es lo mismo que matar al padre, al que siempre respetaste. Huir de casa por diez días. No volver jamás. Compartir cama con tu hermana, con tu madre. Dormir en  cama de una plaza las tres. Acurrucarse, acomodarse, moverse, empujarse, caerse, volver a acomodarse, dormirse, pero nunca acostumbrarse a dormir en una cama las tres.